QUE ES LA INTELIGENCIA ESPIRITUAL ?
Existen cuatro estadios o fases
del desarrollo espiritual:
la creencia,
la fe, la experiencia directa y la adaptación permanente; dicho de otro
modo;
uno puede creer en el Espíritu, uno
puede tener fe en el Espíritu, uno puede experimentar directamente el Espíritu
y uno puede devenir Espíritu.
1).- La creencia
es el primer (y, por consiguiente, el más común) de los estadios del
desarrollo espiritual. La creencia requiere imágenes, símbolos y conceptos y,
en consecuencia, suele originarse en el nivel mental. Pero el desarrollo de la
mente atraviesa distintas fases - mágica, mítica, racional y visión-lógica -,
cada una de las cuales sirve de fundamento a un tipo (y a un estadio) de
creencia religiosa o espiritual.
El estadio de las creencias
mágicas (ejemplificado por el vudú y los conjuros mágicos) es egocéntrico y se
da tal fusión entre el sujeto y el objeto que aquél cree que la fuerza de su
deseo puede llegar a operar sobre el mundo físico y sobre los demás.
La
creencia mítica, por su parte, suele ser sociocéntrica y etnocéntrica, lo cual
significa que diferentes grupos sostienen mitos diferentes habitualmente
exclusivos (es decir, si uno cree, por ejemplo, que Jesús es el salvador de la
humanidad, no queda lugar alguno para Krishna), y proyecta sus intuiciones
espirituales sobre uno o más dioses o diosas físicamente desencarnados que
tienen el poder de influir sobre las acciones humanas.
La creencia racional, que
constituye una decisión racional, no representa a Dios o la Diosa de un modo
antropomórfico, sino en tanto que el Fundamento Ultimo del Ser y, en ese
sentido, desmitologiza la religión. Se trata de una modalidad que alcanza su
cúspide en la creencia visión-lógica y que explica el Fundamento del Ser en
tanto que Gran Sistema Holístico, Gaia, la Divinidad, una especie de
Eco-Espíritu, la «red-de-lavida», etcétera, recurriendo a ciencias como la
teoría sistémica.
Todas estas creencias
mentales suelen ir acompañadas de sentimientos o sensaciones emocionales muy
intensas que no necesariamente son experiencias directas de las realidades
espirituales supramentales.
En ese sentido, se trata de diferentes modalidades
de traslación que pueden ser abrazadas sin transformar en lo más mínimo el
propio nivel de conciencia. Pero, cuando la traslación comienza a madurar y la
emergencia directa de los dominios superiores comienza a presionar al yo, la
creencia acaba desembocando en la fe.
2).- La fe
comienza allí donde la creencia pierde su poder. Porque el hecho es que llega
un momento en que todas las creencias mentales - precisamente por el hecho de
ser mentales y no supramentales o espirituales - pierden su fuerza, pierden su
poder sobre la conciencia y comienzan a palidecer porque, a fin de cuentas (por
más que uno crea en el Espíritu como «red-de-la-vida», por ejemplo), uno no
deja de sentirse como un ego separado, aislado y lleno de miedos.
De poco
servirá, en tal caso, esforzarse en seguir creyendo, porque la creencia habrá
dejado ya de funcionar. Es entonces cuando va tornándose dolorosamente evidente
que, si bien la mera creencia puede proporcionar algún sentido traslativo, no
comporta, no obstante, la menor transformación verdadera. (Y las cosas pueden
ser todavía peores en el caso de que uno sustente creencias mágicas o míticas,
puesto que tales creencias no sólo no son transformadoras, sino que operan como
una fuerza regresiva que aleja a la conciencia de los dominios
transracionales.)
Pero también hay que decir
que, detrás de la creencia mental en Gaia o en la «red-de-la-vida», suele
ocultarse una auténtica intuición de los dominios espirituales y transmentales,
es decir, una intuición de la Unidad de la Vida.
Pero esa intuición no podría
ser plenamente comprendida mientras nuestra conciencia permanezca atrapada en
la creencia porque, en última instancia, todas las creencias, tanto las
analíticas como las holísticas, son dualistas y sólo cobran sentido en
presencia de sus opuestos.
De lo que se trata no es tanto de pensar en la
Totalidad como de devenir la Totalidad, algo que sólo podrá ocurrir cuando uno
deje de aferrarse a creencias sobre la Totalidad.
Las creencias no son más que
un sustituto del alimento para el alma, calorías espiritualmente vacías que más
pronto o más tarde dejarán de fascinarnos y develarán su verdadero rostro.
La fe suele ser el paso
intermedio que nos permite dar el salto que conduce desde la pérdida de la
creencia hasta la experiencia directa. Quizás, por ejemplo, la creencia en la
Unidad ya no ofrezca un gran consuelo, pero la persona todavía tiene fe en
ella.
Cuando las creencias se tornan insostenibles aparece la fe, la llamada
débil pero clara de una realidad superior - el Espíritu, Dios, la Diosa, la
Unidad, etcétera - que trasciende la creencia y se encuentra más allá de la
mente.
La fe constituye la puerta de acceso a la experiencia inmediata de lo
supramental y de lo transracional.
En ausencia de creencias dogmáticas
desaparece la convicción, y a falta todavía de experiencia directa, uno carece
de toda certidumbre. La fe es, pues, una tierra de nadie - atestada de preguntas
y de ninguna respuesta - que se caracteriza por la determinación (estimulada
por una intuición oculta) a encontrar nuestra auténtica morada espiritual en la
experiencia directa.
NOTA: las 2 siguientes estadios en la proxima entrega.