LOS TABUS y la sombra social
Hoy en día, cada vez que abrimos
un periódico o vemos el telediario tropezamos cara a cara con los aspectos más
tenebrosos de la naturaleza humana.
Los mensajes emitidos a diario por los
medios de difusión de masas a toda nuestra aldea global electrónica evidencian
de continuo las secuelas más lamentables de la sombra.
El mundo se ha convertido así en
el escenario de la sombra colectiva.
La sombra colectiva -la maldad
humana- reclama por doquier nuestra atención: vocifera desde los titulares de
los quioscos; deambula desamparada por nuestras calles dormitando en los
zaguanes; se agazapa detrás de los neones que salpican de color los rincones
más sórdidos de nuestras ciudades; juega con nuestro dinero desde
las entidades financieras; alimenta la sed de poder de los políticos y corrompe
nuestro sistema judicial; conduce ejércitos invasores hasta lo más profundo de
la jungla y les obliga a atravesar las arenas del desierto; trafica vendiendo
armas a enloquecidos líderes y entrega
los beneficios a insurrectos
reaccionarios; poluciona nuestros ríos y nuestros océanos y envenena nuestros
alimentos con pesticidas invisibles.
De este modo, mientras que muchos
individuos y grupos viven los aspectos socialmente más benignos de la
existencia, otros, en cambio, padecen sus facetas más desagradables y terminan
convirtiéndose en el objeto de las proyecciones grupales negativas de sombra
colectiva.
A lo largo de la historia la
sombra ha aparecido ante la imaginación del ser humano asumiendo aspectos tan
diversos como, por ejemplo, un monstruo, un dragón, Frankenstein, una ballena
blanca, un extraterrestre o alguien tan ruin que difícilmente podemos
identificarnos con él y que rechazamos como si de la Gorgona se tratara.
Uno de las principales
finalidades de la literatura y del arte ha sido la de mostrar el aspecto oscuro
de la naturaleza humana. Como dijo Nietzsche: «El arte impide que muramos de realidad».
Cada familia, al igual que cada
sociedad, tiene sus propios tabús, sus facetas ocultas. La sombra familiar engloba
todos aquellos sentimientos y acciones que la conciencia vigílica de la familia
considera demasiado amenazadoras para su propia imagen y, consecuentemente,
rechaza. Para una honrada y
conservadora familia cristiana
puede tratarse de la adicción a la bebida o del hecho de casarse con alguien perteneciente
a otra confesión religiosa; para una familia atea y liberal, en cambio, quizás
se trate de las relaciones homosexuales, por ejemplo.
En nuestra sociedad los malos tratos
conyugales y el abuso infantil, oculto hasta hace poco en la sombra de la
familia, emerge hoy en proporciones epidémicas a la luz del día.
Sólo disponemos de una forma de
protegernos de la maldad humana representada por la fuerza inconsciente de las
masas: desarrollar nuestra conciencia individual. Si desperdiciamos esta
oportunidad para aprender o fracasamos en actualizar lo que nos enseña el
espectáculo de la conducta humana perderemos nuestra capacidad de cambiarnos a
nosotros mismos y, consecuentemente, de cambiar también al mundo. El mal
permanecerá siempre con nosotros lo cual no significa, sin embargo, que debamos
tolerar sus desmesuradas consecuencias.
En 1959 Jung dijo: «Es inminente
un gran cambio en nuestra actitud psicológica. El único peligro que existe
reside en el mismo ser humano.
Nosotros somos el único peligro
pero lamentablemente somos inconscientes de ello. En nosotros radica el origen
de toda posible maldad».
Walt Kelly, dijo simplemente: «Hemos encontrado al enemigo,
somos nosotros mismos». Hoy en día debemos renovar el significado psicológico
de la idea de poder individual. La frontera para enfrentarnos a la sombra se
halla -hoy como siempre - en el interior del individuo.
Extractos del libro ENCUENTRO CON LA SOMBRA